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miércoles, 22 de diciembre de 2010

LA JUSTICIA CTUA

El fiscal denuncia el aumento de funcionarios que prevarican al no perseguir los ruidos

REGIÓN MURCIA

El fiscal denuncia el aumento de funcionarios que prevarican al no perseguir los ruidos

Díaz Manzanera advierte de que este tipo de delitos pueden ser perseguidos penalmente aunque no haya lesiones



28.04.10 - 01:07 - D. LEGUINA dleguina@laverdad.es

LA JUSTICIA ACTÚA

Un juzgado de lo Penal de Murcia condenó a dos años y seis meses de prisión a cada uno de los tres propietarios de un local de Archena que durante varios años puso música por encima de los niveles permitidos y causó insomnios y síndrome de ansiedad a seis vecinos. La sentencia, emitida este año por el Juzgado número 5, señala que «como consecuencia de esta situación de permanente y continuada contaminación acústica, que ha supuesto un auténtico calvario en sus vidas, han sido asistidos médicamente en numerosas ocasiones». José Luis Díaz Manzanera fue el fiscal de la acusación.

El Juzgado de lo Penal número Uno de Murcia condenó al dueño y al arrendatario de un pub de Mula a un año de prisión y multa de ocho meses con una cuota diaria de seis euros por un delito contra el medio ambiente por el exceso de ruidos procedentes del local. La sentencia, dictada este año, obligó también a indemnizar con 12.000 euros a dos vecinos que resultaron afectados por los ruidos.

El Tribunal Superior de Justicia confirmó en 2009 la sentencia del Juzgado de lo Contencioso-Administrativo 1 de Elche que condenó al Ayuntamiento de Torrevieja al pago de más de 9.000 euros a tres vecinos por «los daños morales causados por la inactividad» del Consistorio ante los ruidos ocasionados en discotecas y bares.

El Ayuntamiento de Laredo (Cantabria) fue condenado en 2008 a indemnizar con cerca de 64.000 euros a un vecino por los daños psíquicos y las secuelas padecidas por los ruidos procedentes de un bar situado bajo su vivienda, por no haber hecho cumplir sus ordenanzas municipales.

Un vecino de Albacete fue indemnizado por el Ayuntamiento en 2008 con 25.000 euros por los daños y molestias causados por los ruidos y olores que llevaba soportando desde que hacía unos ocho años abrió sus puertas un pub debajo de su casa. El juez reprochó a la Administración local que consintiera que el establecimiento funcionase sin licencia de apertura durante dos años, existiendo ya denuncias por ruidos y vibraciones, que incluso fueron constatadas por la Policía Local..HABLAN LOS EXPERTOS

ADOLFO LÓPEZ ABOGADO

«Hay ruidos que no alcanzan los límites administrativos pero que son perseguibles. El Código Civil es frecuentemente vulnerado en asuntos de contaminación acústica».

ABEL SÁEZ TSJ

«En sentencias medioambientales se suele alegar que las mediciones no son correctas o que el dueño del local no estaba delante. Los consistorios no aplican la ley correctamente».

JOSÉ LUIS DÍAZ FISCAL

«La Policía debe realizar visitas periódicas a los locales para medir el ruido y dejar constancia. Hay muchos ciudadanos desesperados y el Derecho Penal tiene que actuar».

JOSÉ PABLO RUIZ ABELLÁN DEFENSOR DEL PUEBLO

«Las ordenanzas de algunos ayuntamientos no están actualizadas y son muchos los ruidos que sobresaltan a los vecinos: campanas de iglesia, máquinas nocturnas de limpieza...»..Estrés, insomnio, cardiopatías, bajo rendimiento en los estudios de los jóvenes o ansiedad y poca productividad en el trabajo de los adultos son algunas de las patologías que la contaminación acústica provoca. Se podría añadir a la lista inapetencia sexual, hipertensión o sordera, por no hablar de las secuelas psíquicas: en algunos casos los tratamientos son de por vida.

La Fiscalía persigue desde 1996 los delitos relacionados con el ruido ambiental, pero la inoperancia de ayuntamientos y Comunidad Autónoma y la escasa actuación policial ante este tipo de infracciones provocan que la acción judicial no sea del todo efectiva.

Locales, bares de copas, discotecas, obras o aeropuertos son los lugares donde los decibelios retumban con fuerza, y no todos cumplen con la normativa vigente en aislamiento de ruidos. El consumo de alcohol en la calle también es foco de quejas por parte de los ciudadanos, y denuncian que los dueños de los locales no hacen nada para evitarlo y respetar así su descanso.

Por si fuera poco, José Luis Díaz Manzanera, fiscal de Medio Ambiente del Tribunal Superior de Justicia de la Región (TSJ), denuncia que «las conductas prevaricadoras o por omisión de funcionarios públicos ante este tipo de delitos van en aumento».

El fiscal participó el lunes en una mesa redonda sobre ruido ambiental junto a Adolfo López, de la Asociación Española de Juristas contra el ruido; Abel Sáez, presidente de la Sala Contencioso Administrativa del TSJ; y José Pablo Ruiz Abellán, Defensor del Pueblo de la Región de Murcia. La charla se celebró en el edificio Moneo de Murcia con motivo del Día Internacional contra el Ruido.

Díaz Manzanera advirtió que en la Fiscalía tienen muy presente las consecuencias del exceso de ruido en la salud, por lo que es importante actuar en el momento en que hay peligro, antes de que el daño aparezca: «No tiene que haber trastornos o lesiones para ser perseguido penalmente». Según el fiscal, «el ruido es uno de los principales problemas de la sociedad actual, y España carece de una buena educación ambiental. La contaminación acústica provoca secuelas graves y he tenido casos que superaban los 100 decibelios en viviendas donde vibraban las ventanas y el agua de los inodoros».

La protección ante el ruido está recogida en la Constitución, pero decretos regionales y ordenanzas municipales ponen, en ocasiones, trabas a la Carta Magna. «Los ayuntamientos, en muchos casos, no sancionan adecuadamente y se limitan a tomar medidas cautelares. También conceden licencias sin estudiar a fondo cada caso», aclara Abel Sáez.

La ley estatal limita los decibelios a 25 en horario nocturno (23.00 a 7.00) para los dormitorios y a 30 para el resto de la casa; 35 para los despachos profesionales, aulas y salas de lectura, y 40 para las oficinas. En horario diurno estas cifras suelen aumentar en diez decibelios.

Adela Martínez-Cachá, concejal de Medio Ambiente del Ayuntamiento de Murcia, aclara que «no hay desidia por parte del Consistorio y nos atenemos a las ordenanzas, pero el límite de 25 decibelios es muy exigente».

El Decreto sobre protección del medio ambiente frente al ruido recogido en el Boletín Oficial de la Región de Murcia establece que «un 50% de la población murciana está expuesta a niveles de ruido ambiental superiores a los recomendados; y un 90% de los puntos de medida en hospitales y centros docentes exceden los límites». Por otro lado, la fuente sonora más importante y extendida de la Región es el tráfico rodado.

España -46 millones de habitantes- es el segundo país más ruidoso del mundo después de Japón -130 millones-, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Diez millones de españoles están expuestos a niveles superiores al límite establecido por la OMS: 65 decibelios.

CON RUIDO NO VEO

Con ruido no veode Elvira Lindo, el Domingo, 12 de abril de 2009 a las 17:24



logo del SERGAS (Servizo Galego de Saúde)

Es matemático. Llega el Miércoles Santo y me froto las manos. Como el viejo delante de una torrija de leche. Me froto las manos. Me quedo en mi Madrid, me paseo por el viaducto, miro más allá de las mamparas que Álvarez del Manzano puso para que no nos suicidemos, y me llega el rumor sordo de todos aquellos que protagonizan la operación entrada, la operación salida. Me dispongo a presentarme en los restaurantes sin haber reservado, acodarme en los bares de tapas en los que habitualmente hay que pelearse para que te den la caña, ir al cine sin colas, visitar el Museo del Prado sin que esa excursión de jubiladas frenéticas por el arte con guía incorporada se pillen los mejores sitios delante de todos los cuadros. Dios bendiga su anhelo por saber. Dentro de veinte años quiero ser como ellas, morir en la calle, con los tacones puestos, pero mientras, no me tomen por esnob si les cuento cómo disfruto cuando se me van todas (y todos) hormigueando por las carreteras, a comerse la mona al pueblo, a tostarse a las playas, a llorarle a las vírgenes, y me dejan este Madrid, tan agobiante, un poquito desanchao. Por fortuna, en el viejo poblacho manchego, no hemos sido muy beatos, a pesar de lo que digan por ahí. Aguantamos, eso sí, que de vez en cuando vengan autobuses de toda España a escuchar las misas del lince en la plaza de Colón, pero de natural, Madrid ha sido tan poco dado a las grandes manifestaciones religiosas que hasta sus iglesias son feúchas y poco ornamentales. Y, para colmo de mi felicidad, el alcalde se las ha compuesto para que todas las procesiones se concentren en la puerta de Javier Marías. Esta información, tan práctica para los turistas laicos, debieran ofrecerse en Google Maps. Yo me mudé huyendo del botellón porque se celebraba todo el año; en el caso de los pasos beatos basta, imagino, con que los vecinos pongan tierra por medio en estos días semanasanteros. Lo dicho, me froto las manos y pienso en la humilde felicidad de la ciudad semivacía y el silencio. Los que no conocen el silencio no saben lo que se pierden. Leo un aforismo de Juan Ramón Jiménez: "¡Qué viejo (qué usado) es siempre el ruido! ¡Pero tú, silencio mío, eres siempre nuevo y orijinal!". Qué orijinal, como diría el poeta, es madrileñear sin agobios. Recuerdo ahora un pensamiento de otro sabio, el actor Manuel Aleixandre, que me contó el otro día Álvaro de Luna. Para Aleixandre, decía mi querido Álvaro, "la felicidad consiste en tener dinero para cenar en un restaurante y volverte en taxi a casa". Oh, Dios mío, qué coincidencia en la ambición. Ése es el colmo del placer. En la felicidad que da el dinero hay para mí un tope que resumo así: jamón y taxi. Total, que sigo los consejos de nuestro viejo actor y ceno fuera, bebo vino y vuelvo en taxi a mi propio domicilio. Pero en toda esta alegría que vivo en mi Semana de Pasión me sobra algo de lo que parece que no es posible librarse aunque Madrid se vacíe de gente. Me sobra el ruido. Trago saliva antes de decirle a un taxista, "por favor, ¿podría bajar la radio?". La frase me suena dentro del cerebro de manera más agresiva, "por favor, ¿podría bajar la puta información deportiva?, ¿no ve que viajamos en un espacio muy pequeño? ¿está usted sordo?". Pero me dirijo a él como Babe el cerdito (otro de mis filósofos de cabecera) se dirigía a las ovejas, con toda la educación de la que soy capaz. Igual me ha ocurrido en el restaurante. Tras frotarme las manos por tener mesa sin reserva previa me siento en la sala medio solitaria y me encuentro con que tenemos que cenar y charlar con una música que nos hace elevar constantemente el tono de voz. Se lo decimos al camarero. ¿Por qué nos cuesta tanto pedir que se baje el volumen? ¿Tal vez porque sabemos que estamos resignados a vivir en un país de sordos? ¿Porque aquí el silencio es de cursis? Hay una verdad que he ido comprobando con los años: cuanto más se ama la música más se detesta la música en los lugares públicos, porque la música, cuando dificulta la conversación, se convierte en aporreo, en el ruido viejo del que hablaba el poeta. Vuelvo a él, a Juan Ramón, cuando habla de la necesidad del silencio nocturno: "Momentos relativos en que el hombre de trabajo y de espíritu puede recojerse, por fin y un poco más en sí mismo, a terminar plenamente su día, a saldar su alma para abrirla nueva al día siguiente; la hora de la hijiene mental...". Hay que ser Juan Ramón para expresarlo con esa exactitud. Eso es lo que siento en los lugares ruidosos, que me entra basura en los oídos y se me fija de la misma manera que se fija el alcohol que no se ha asimilado bien. A veces se piensa que el ruido viene por la bulla, del gentío, pero qué va, para el ruido sólo hace falta un voluntario desconsiderado: un taxista que no piense en el cliente, un dueño de restaurante que piense que sin ruido el ambiente se entristece, un conductor que no sepa ir en coche sin una música detestable que llene la calle por donde pasa. También hay gente como yo, que de paseo por la solitaria calle de Serrano se lleva las manos a los oídos para huir del ruido de las taladradoras que arrasan la calle entera. Le robo la última frase al poeta, la más exacta, la mejor: "Con ruido no veo
http://www.lasprovincias.es/v/20100501/valencia/vecinos-xuquer-amenazan-acudir-20100501.html

RUIDOS DE FONDO- ANTONIO MUÑOZ MOLINA

Antonio Muñoz Molina
Escrito en un instante
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dic
19
2010
Éramos unas veinte personas a lo largo de una mesa en el centro de un salón enorme, con columnas de capiteles dorados y techos altísimos, con una acústica que convertía las voces en un estrépito nebuloso, en el que era muy difícil enterarse de algo. A nadie se le escapaba la comicidad de la escena, porque estábamos en una comida organizada por la asociación Juristas contra el Ruido, a la que asistía también un físico que es presidente de la Asociación Española de Acústica, y que a veces movía la cabeza con gestos de desolación. Siempre da gusto encontrarse con gente que se dedica con entusiasmo a hacer algo muy específico, que en este caso tiene también algo de quijotesco: un grupo de abogados venidos de toda España, que tienen en común el empeño de defender a personas a las que el ruido de los demás les hace la vida intolerable: una abuela a la que el ayuntamiento le cuelga cada año durante diez días del balcón los baffles de una caseta popular, una pareja joven con un niño pequeño que no pueden vivir ni dormir por el ruido bárbaro de un bar de copas que hay en la planta baja, un pequeño empresario que ha invertido todos sus ahorros en arreglar una casa antigua en su pueblo para poner un hotel rural, y al que le abren al lado una discoteca sin licencia, etc. Uno de los más jóvenes entre estos abogados es casi un héroe para todos ellos, porque consiguió que el tribunal europeo de derechos humanos le dio la razón a una pobre señora de Valencia a la que le hacía la vida imposible un pub debajo de su casa, en una zona que el propio ayuntamiento había declarado ya de “saturación acústica”.

Según nos cuentan, la disputa no es entre gente aburrida y gente que quiere divertirse, sino, abrumadoramente, entre poderosos empresarios de hostelería y personas indefensas. En algunos casos, algunas de ellas retiran las demandas no ya porque los ayuntamientos o los jueces no hagan ningún caso, sino porque reciben amenazas personales. Hay mucha mafia en los negocios de diversión nocturna. La corrupción, la demagogia y la incompetencia se alían perfectamente en el desamparo de los ciudadanos.

Estos juristas animosos y conversadores nos han invitado a comer porque acaban de darle su premio anual a Elvira, por un artículo de hace unos meses que se titulaba “Con ruido no veo”, aprovechando un aforismo de Juan Ramón Jiménez, que amaba tanto el raro bien del silencio. Uno de los abogados, que tiene mala la cara, nos cuenta que no ha podido dormir en toda la noche, porque hubo hasta las tantas una fiesta en este mismo hotel en el que todos ellos se alojan. “A las cuatro de la mañana estaba llamando a la policía municipal. Será ya deformación profesional”, dice, como disculpándose. En la sala de acústica imposible las voces se pierden o reverberan y los aplausos nos dejan un poco sordos. Pero quizás en un país como España la sordera no dejaría de ser de vez en cuando